Había una vez dos monjes que caminaban por el campo en dirección a su monasterio. En su camino, llegaron a un río ancho y caudaloso que debían cruzar para llegar a su destino. Al acercarse al río, notaron que una elegante mujer vestida con un hermoso kimono estaba parada en la orilla, aparentemente tratando de decidir cómo cruzar el río sin mojarse.
Uno de los monjes se acercó a la mujer y le preguntó si necesitaba ayuda para cruzar el río. La mujer estaba muy agradecida y aceptó la oferta del monje. Él la cargó en su espalda y la llevó al otro lado del río, donde ella continuó su camino.
Los dos monjes continuaron caminando juntos en silencio. Después de varias horas, el otro monje, que había permanecido en silencio todo el tiempo, finalmente habló: "Hermano, ¿cómo pudiste cargar a esa mujer? Sabes que nuestra orden nos prohíbe tener contacto físico con mujeres".
El primer monje respondió: "Hermano, yo la cargué por unos minutos, pero tú todavía la estás cargando en tu mente. Deja ir esa carga y sigue adelante".
Los dos monjes continuaron caminando, cada uno con su propia carga en su mente. Pero mientras caminaban, el segundo monje reflexionó sobre las palabras de su compañero y poco a poco dejó ir su carga, sintiendo una gran liberación en su mente y corazón.
Esta fábula nos recuerda que a menudo cargamos con cosas innecesarias en nuestras mentes y que es importante dejarlas ir para encontrar la paz interior y la felicidad. Además, también nos recuerda que a veces podemos hacer excepciones a nuestras reglas o creencias si es para ayudar a alguien que lo necesita, sin hacer daño a nadie y sin violar principios fundamentales.
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